Cuaderno de crítica literaria | José Ángel Cilleruelo

viernes, 16 de agosto de 2013

INTENSIDADES LUMÍNICAS DEL VERBO. «Sol nocturno», de Almudena Urbina


«En una noche obscura» parte, dentro de nuestra tradición poética, quien se adentra en la fronda del conocimiento del ser divino. «A escuras y segura», con la incertidumbre y la certeza de quien cumple una voluntad, de quien se inicia en el camino «por la secreta escala». Tiempo después Novalis desbroza el reino de la claridad para dar alcance al ser amado: «Dejando [la luz] atrás me dirijo hacia la sagrada, inefable y misteriosa noche». Ambos itinerarios, acaso el mismo, son los que, trasfigurada en fuente que refleja el crepúsculo en la ceguera del estanque, emprende Almudena Urbina en Sol nocturno.
            Las referencias a San Juan de la Cruz —y su vía mística encarnada en lírica amorosa— y a Novalis —y su amor humano encarnado en experiencia mística— proporcionan, en sí mismas y al evocarse al unísono, el entreverado semántico con el que la poeta construye su escritura. Desvelan las diferentes capas de significado, unas sobre otras, que imprime en sus palabras. Y solo con este juego de sentidos paralelos, donde lo amoroso se reviste de vía secreta y lo simbólico de congoja o fruición vividas, el libro descubre su profunda seducción de poesía que dota de imágenes a los sueños.
            Tres son los «Cielos» por los que transcurre el camino oscuro hacia el fulgor que Almudena Urbina recorre con palabras en su libro. «Negro», «Alto», «Ardiente». Peldaños en la escala que eleva desde «la piel del salitre» hasta el «oro / de no saber a quién». También subida al monte de la «Creación» o, en la numeración petrarquista, ramillete de metáforas que van de la «nieve» a la «llama».
            Los tres grados o intensidades lumínicas que alumbran —o dejan en sombra— los mundos descritos en cada uno de los «Cielos» —la selva, el jardín, la profecía— no llegan con el día. La luz que los ilumina nace de la propia experiencia, mística («Tú») y amorosa («tu») al mismo tiempo. Así, el sol nocturno inicial es «fuego sepultado». El renacer cromático prende en el beso de los enamorados. Y la belleza —«luz en los rostros»— emerge de «tu sangre».
            Ascenso a lo etéreo de la danza, vía de conocimiento o tratado de la luz, este volumen que contiene los poemas de Sol nocturno escritos por Almudena Urbina conserva la virtud de concebir la poesía con las dimensiones de trascendencia, cénit y visión que la convierten en imprescindible.  

«Epílogo» a: Almudena Urbina, Sol nocturno, Los Conjurados, 35. Polibea. Madrid, 2013. Págs. 73-74


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