Cuaderno de crítica literaria | José Ángel Cilleruelo

domingo, 11 de diciembre de 2016

Canto y desencanto en Alberto Pimenta


 

Alberto Pimenta, O desencantador, 7 nós, Porto, 2011


En una sobrecubierta sin nada impreso, un mínimo troquelado permite leer una única mención, «encanta». Una vez retirada, la cubierta muestra el título completo: O desencantador. Este juego inicial que el libro propone al lector, entre el encanto por fuera y el desencanto (o tal vez des-canto) por dentro, se propone como título de esta epopeya clásica, que lo es y no lo es al mismo tiempo: «tudo isto / como nas verdadeiras epopeias / me parecia tão estranho / e ao mesmo tempo / tão natural» (todo esto / como en las verdaderas epopeyas / me parecía tan extraño / y al mismo tiempo / tan natural). Encanto del desencantador, extraño y natural, sueño o vigilia, el poeta portugués Alberto Pimenta (1937) ha escrito un canto épico —un héroe, una aventura y un destino— como quien viaja varios milenios atrás para relatar su autobiografía, paradoja inaugural del poema, en la que prenden todos los oxímoros restantes.
            El poema, de carácter narrativo, cuenta en primera persona la aventura de un navegante egipcio, que en el primer canto sufre el ataque de los piratas, pierde la carga y a sus hombres y llega a su destino como náufrago y sin nada, ni siquiera unas sandalias que desmientan su apariencia de esclavo. El rey, al que iba destinada la carga que no le lleva, le ofrece, en lugar de sandalias, la compañía de un poeta, que le canta algunas historias, entre ellas la de Osiris, cuyos catorce trozos despedazados de su cuerpo «haviam de formar o primeiro soneto da / história» (iban a integrar el primer soneto de la / historia), o la historia de Lucius, hombre convertido en animal por un dios o por un rey. En el canto segundo, el navegante egipcio consigue el permiso real para regresar a su añorada patria, el viaje carece de novedades, pero se detiene en una pequeña isla, donde desembarca solo y allí encuentra al primer pirata que le atacó que, por la gracia del sueño o de la epopeya, nunca se sabe, resulta ser también Lucius. Ambos mantienen una lúcida conversación sobre el sentido de sus vidas, de la de los reyes y la de los dioses. En el tercer canto, el navegante regresa a su patria con el cesto que estaba trenzando Lucius, cada vez más pesado, cada vez con una capacidad mayor de destrucción.
            El héroe se debate a largo de toda su aventura en la duda de si sueña o vive. E incluso, dando rienda suelta al gusto por los anacronismos de su autor, si vive o es un personaje de una película americana. De hecho, cuando se duerme y se despierta en la vida, no sabe si lo hace dentro o fuera del sueño que está viviendo:

 também repito
não sei onde começou
e terminou o sonho
nem sei se agora
que digo isto
o digo ainda a sonhar
ou se estou em consciência
na costumada consciência
que eu conheço como consciência
quando estou em consciência
embora
não saiba bem o que isso é
pelos vistos
só os ouros é que sabem
(repito también
no sé donde empezó
y terminó el sueño
ni sé si ahora
que digo esto
lo digo aún en sueños
o si tengo consciencia
en la acostumbrada consciencia
que conozco como consciencia
cuando tengo consciencia
aunque no sepa bien qué es eso
por lo visto
sólo los demás lo saben)

La digresión del héroe sobre su imposibilidad para comprender la realidad recuerda los textos barrocos, La vida es sueño en primer término, y la profunda crisis filosófica del siglo XVII de la cual tal vez, como sugiere Pimenta, sólo se haya cambiado el formato, de sueño a película: «de no meu caso não ser / afinal um sonho / mas de estar no cinema a ver / um filme japonês… /ou então seria um filme / americano» (de en mi caso no ser / al fin un sueño / sino estar en el cine viendo / una película japonesa… / o una película / americana).
            El canto épico del héroe egipcio que naufraga y regresa, y en el curso de su aventura casi onírica descubre la realidad de los hombres, se va convirtiendo paulatinamente no sólo en un desencanto, sino también en un des-canto o imposibilidad de canto, es decir, de biografía que pueda ser cantada:

 ninguém sabe dizer a sua própria história
é a história do seu tempo
dos seus deuses e chefes
é essa a sua história
a que nem escondida se conserva
na conhecida história conhecida
 (nadie sabe contar su propia historia
sólo la historia de su tiempo
de sus dioses y jefes
es su historia
la que ni escondida se conserva
en la conocida historia conocida)

 Alberto Pimenta, sin duda el poeta de vanguardia portugués más interesante del último tercio del siglo XX, al emular, con gran acierto verbal y literario, la epopeya clásica propone la tesis que ha inspirado múltiples acciones y performances artísticas: la obsesión de cualquier poder, divino o humano, antiguo o futuro, por aniquilar al individuo.

Caravansari nº 4. Barcelona, 2012. Pág. 132

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