Cuaderno de crítica literaria | José Ángel Cilleruelo

jueves, 9 de febrero de 2017

Una charla con Dante. «He amado», de José Viñals


HE AMADO, de José Viñals 
La Poesía, señor hidalgo, Barcelona, 2006

La rotundidad y el desbordamiento creativos que trasluce un libro como He amado no han pasado desapercibidos en algunos medios de comunicación, que se han puesto a hablar de él como la obra «de un poeta desconocido» (expresión literal oída en el programa cultural de RNE). José Viñals (1930-2009), que nació en Argentina y vivió en España desde 1979 y tuvo nacionalidad española, ha publicado aquí su poesía reunida hasta 1995, en tres volúmenes, que recoge libros capitales como Entrevista con el pájaro (1969), y después  ha dado a la imprenta cerca de una veintena de títulos en editoriales tan solventes como Hiperión (2 libros), Visor o Montesinos (4 libros, entre ellos una novela extraordinaria, Padreoscuro, que algún día se redescubrirá con pasmo). Y ha merecido premios prestigiosos, como el Gil de Biedma; pero, es verdad, sigue siendo «un poeta desconocido» sobre todo para la crítica convencional, que ha hecho oídos sordos siempre a una obra literaria de dimensiones casi ciclópeas y de una creatividad verbal infatigable. 
    La publicación de un volumen como He amado, que reúne diez libros escritos en apenas siete años, entre 1998 y 2005, (más otro, el decimoprimero, Hablar con extraños, compuesto con retazos de conversaciones ajenas a lo largo de toda una vida), descubre una primera virtud de Viñals: conjuga las diversas líneas por las que avanza su poesía, desde la metafísica del amor hasta la física de los cuerpos; desde el poema en prosa hasta la letra de bolero; desde la dicción más sublime hasta la ironía más ácida; desde la glosa al Cantar de los Cantares hasta la crónica testimonial de la emigración española en Argentina. Ninguno de estos diez libros comparte intenciones con el resto, y sin embargo su conjunto aparece trabado por una clara sensación unitaria de ciclo. Ha sido una idea feliz no publicar estos libros en volúmenes sueltos, al uso, porque su yuxtaposición permite descubrir así la casa común en la que dialogan las diferentes intenciones y búsquedas de Viñals. 
    Nexo común del conjunto es también un poderoso estilo poético, un engranaje metafórico que apabulla al lector por su generosidad verbal. Dos pilares lo sostienen con solvencia, la salmodia y la enumeración simbólica: «Descienden del betún, de las ciruelas pasas, de la sangre coagulada en el tazón de porcelana, de los cuervos alborotadores, de la laguna de petróleo podrido». Iteraciones y estructuras sintácticas fragmentadas en versículos proporcionan dinamismo a una visión de la realidad sensual, efervescente e hiperbólica: «Siempre te pido cosas exageradas: que me inocules música; que desconciertes las esferas del cosmos: que alborotes con risas los pájaros del alma». Un poema confiesa que «En el intento de cercarte recurro a las metáforas con muy poca fortuna»: cercado por las metáforas, el lector se adentra en el más puro estímulo poético de la sugerencia, lo inusitado y la revelación. 
   Esta ingente maquinaria metafórica, que a vece juega a rozar los límites del absurdo y la irracionalidad sin transitar nunca esa frontera, está siempre al servicio de los tres temas esenciales de la poesía: el amor, la muerte y el juicio del mundo. Y Viñals, consciente de la consistencia y rotundidad de su obra poética, y de su altura estilística, se atreve a algo más que a conjugar sus universos poéticos en esta recopilación: los homologa con la tradición del Cantar de los Cantares y de la Divina comedia a través de un diálogo directo con estas obras en dos de los libros mayores de He amado. No es pequeña la ambición de Viñals: emparentar con los hitos literarios universales. Ningún poeta debería aspirar a menos.

El Ciervo nº 664-665. Julio-agosto, 2006

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