Cuaderno de crítica literaria | José Ángel Cilleruelo

martes, 6 de diciembre de 2016

«Poesía Completa» de Ray Bradbury


POESÍA COMPLETA, de Ray Bradbury
Cátedra, Madrid, 2013. 

No es fácil distinguir una propuesta cultural sobre el alud de libros que aparecen y desaparecen casi al mismo tiempo en las mesas de las librerías. La importancia cultural suele ser el señuelo editorial para permanecer un día más a la vista, pero no todo lo que se dice es. Y las verdaderas propuestas a veces no se distinguen. La colección Letras Universales de Cátedra, que cumple treinta años, ha reimpreso a bajo coste algunos títulos clásicos, pero en los últimos números está cumpliendo un programa cultural de mayor entidad: publicar la obra poética de grandes escritores cuyo reconocimiento procede de otros géneros. A los volúmenes con los poemas de Aldous Huxley o de Marcel Proust ahora se suma la espléndida iniciativa de reunir la Poesía Completa de Ray Bradbury (1920-2012), indiscutible maestro de la literatura fantástica. Y poeta.
        Ray Bradbury fue un enamorado de la literatura, de los libros, del papel —su título más emblemático, Fahrenheit 451, es un homenaje que ha fijado en la memoria de los lectores un dato simbólico: la temperatura a la que arde el papel—. No en vano los dos encuentros más importantes de su vida se produjeron dentro de una librería, con la muchacha que sería su mujer y con Christopher Isherwood, cuyo entusiasmo crítico le lanzó como escritor. Su giro hacia la poesía, tardío —publica su primer libro a los 53 años—, está lleno de amor a la literatura y de desamor hacia el mercado editorial. Antes de publicar versos, sin embargo, ya había merecido este calificativo. Isherwood le llamó el «poeta filósofo» y la revista Time «el poeta de los fanzines». En 1973 Ray Bradbury se convirtió en poeta («¡Soy lo que hago! / ¡Para eso vine al mundo!») y entregó a la imprenta en catorce años cinco gruesos volúmenes —tan extensos como presagiaba el primer título: La última vez que florecieron los elefantes en el jardín—, que son los que en esta edición analiza y traduce el profesor Jesús Isaías Gómez López.
           Esta importante erupción poética cuajó en poemas magmáticos: extensos, desbordados, próximos al vértigo del pensamiento. Y cumplió el propósito esencial de Bradbury de descubrir en la madurez y para la poesía los mensajes enviados desde sus orígenes. Ya sean estos la recreación de la infancia, sus iconos culturales —científicos y literarios—, o la devoción hacia la imaginación fantástica, como la conquista del espacio o cualquier «mundo de sangre y sueños». Estos son los tres ejes alrededor de los cuales fluyen los poemas. Un simple viaje en tren le sirve, por ejemplo, para redescubrir algún episodio perdido de la vida familiar. El nombre de un escritor admirado dispara su genio fantástico. Sin olvidar tampoco la mirada crítica y ácida a su presente («Aquí el Burro Loco [demócratas], el triste Behemot [republicanos] / disecadores de votos…»), que, cambiando los nombres, quizá sea también el de sus lectores, ya en el futuro que tanto amó imaginar. 

El Ciervo nº 746  Marzo-abril, 2014

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